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COLUMNA «LA CIUDAD Y LOS PERROS» POR PABLO ALLARD

UNO DE los síntomas más evidentes de la prosperidad en nuestro país es el crecimiento del número de mascotas domésticas, lo que antes era privilegio de familias con jardín, hoy se evidencia con el aumento de clínicas veterinarias, programas de TV, zonas dedicadas en parques y hasta salones de belleza y hoteles especializados. Es cierto, la familia chilena se ha reducido y los hijos tardan más en llegar, pero la necesidad de apego y cariño ha hecho que se canalicen esos afectos con un gato, pajarito o perrito.

Todavía no contamos con un censo detallado de este fenómeno, pero el 2014 la Subsecretaría de Desarrollo Regional realizó un estudio a nivel país que estimaba la población canina en 3.249.505 ejemplares, mientras que la población felina se aproximaba a los 1.127.505 animales. Esto es, prácticamente 1 perro cada 5 ciudadanos.

El lado más dramático de esta estadística tiene que ver con enorme número de “perros de calle”, que bordea el millón de canes. Esta cifra se divide en cerca de 300 mil “perros de vecindario”, aquellos animales alimentados y atendidos por una o más personas pero que deambulan libremente por las calles, y 711 mil “perros vagabundos” o aquellos que no tienen control directo de una persona.

Este inmenso número de perros de calle es uno de los aspectos que más llama la atención a turistas y extranjeros que visitan nuestro país. Famosos son los quiltros que deambulan por el terminal del aeropuerto internacional, aquellos que rompen el protocolo en las afueras del Palacio de La Moneda, y aquellos que hacen más resbaladizos y desagradables los paseos por los cerros de Valparaíso. Pero más allá de la anécdota, estamos ante un problema sanitario y humanitario de magnitud. En 2010, el Minsal calculaba en cerca de 50 mil las atenciones anuales, con un costo de US$ 1 millón, entre aquellas que implicaban enfermedades y ataques realizados por canes vagos.

Es tan seria la situación que la Maratón de Santiago ha visto amenazada su validación internacional por este problema, iniciando desde el 2015 un riguroso Plan de Protección Canina que recoge y alberga por un par de días a cerca de 200 perros vagos presentes en las cercanías del circuito, de manera de reducir el stress en los animales producto de la alta afluencia de público, y evitar así los ataques y mordidas a los maratonistas o las patadas de los mismos para protegerse de los canes.

http://voces.latercera.com/2016/08/22/pablo-allard/la-ciudad-y-los-perros/