En estos días, coinciden discusiones que evidencian la urgencia de replantearnos los paradigmas de cómo vivimos y nos movemos en la ciudad. Por un lado, el conflicto entre taxistas tradicionales y el servicio de transporte privado de Uber explotó, obligando a las autoridades a tomar parte en el asunto; en paralelo miles de ciudadanos y organizaciones sociales se congregan hasta este martes para buscar modelos de movilidad sustentable durante el Quinto Foro Mundial de la Bicicleta FMB5; y finalmente el Senado discute los últimos detalles de la Ley de aportes al Espacio Público, donde está en juego si finalmente los desarrollos inmobiliarios seguirán financiando mitigaciones viales o aportarán a espacios más humanos.
No hay duda que las dinámicas urbanas propias del desarrollo están derivando en una saturación de la “capacidad de carga” de muchas ciudades. Esto en parte se refleja en un notable bienestar económico, pero lamentablemente viene acompañado de conductas y hábitos individualistas y fragmentados, donde las posiciones particulares se imponen por sobre los intereses de la comunidad.
Esta saturación se hace evidente en el crecimiento del parque automotriz y sus efectos en la congestión, la expansión suburbana sin internalizar los costos sociales de dicha suburbanización o los problemas de contaminación ambiental, acústica y visual producto de la falta de incentivos, regulación o fiscalización adecuados. En este contexto, si no generamos un cambio de conducta, la calidad de vida y sustentabilidad de nuestras ciudades se verá puesta en jaque.
http://voces.latercera.com/2016/04/04/pablo-allard/compartiendo-la-movilidad/