Hace casi doscientos años, en 1818, Bernardo O´Higgins dio orden de contener el curso de agua llamado la Cañada, un brazo del Mapocho al sur del cerro Huelén-Santa Lucía, para implementar en su lecho la Alameda de las Delicias.
La Alameda rápidamente cambió el eje de crecimiento de nuestra capital, dejó de ser el límite sur de la ciudad colonial y pasó a convertirse en la espina dorsal de su desarrollo. Es así como cien años después, las principales instituciones e infraestructura republicana se instalaron a lo largo de la avenida, y lo siguen haciendo hasta hoy con los subcentros de negocios y servicios en Providencia y Apoquindo.
El siglo XX y la llegada del automóvil provocaron las primeras tensiones con la calidad urbana de la avenida, renombrada en honor al prócer. Por un lado se extendió al oriente a lo largo del corredor de la Avenida Providencia, y en los setenta vivió la mayor intervención de su historia con la construcción a tajo abierto de la línea uno del Metro. La disrupción causada por el Metro, lejos de debilitar el carácter de la avenida, coincidieron con la consolidación de ésta como el principal espacio para la conmemoración y plataforma de movilizaciones y demandas sociales. Cristalizado con el mítico discurso de las “grandes Alamedas” del Presidente Allende y que sigue vivo con las cada vez más frecuentes marchas estudiantiles, sindicales, étnicas, ambientales, de genero, entre otras.
http://voces.latercera.com/2015/04/20/pablo-allard/la-nueva-alameda/