Este fin de semana se inauguró la esperada XVª Bienal de Arquitectura de Venecia. Esperada porque su curador es el arquitecto chileno Alejandro Aravena, recientemente premiado con el Pritzker, o Nobel de la disciplina. También porque su curatoría planteaba la arriesgada maniobra de cambiar el foco de la Bienal desde la reflexión estética y autorreferente, propia de estas muestras, hacia una discusión respecto a aquellas prácticas que desde el “frente de combate” están respondiendo con innovación y pertinencia a los desafíos claves de nuestra sociedad: desde la inequidad y la congestión urbana, hasta los desastres naturales y las migraciones.
Aravena había planteado el tema de la Bienal meses antes de recibir el Pritzker, y parte del revuelo que causó el premio radicaba en que se trataba de un arquitecto joven, con pocas obras de envergadura y cuya búsqueda junto a sus socios de Elemental se ha centrado no en generar una arquitectura del espectáculo sino todo lo contrario, en exigir a su arquitectura una capacidad de síntesis tal que pueda responder en forma eficiente, pertinente y adecuada a las necesidades de sus clientes. Que se haya distinguido a Aravena con el Pritzker significaba un cambio de paradigma en la historia del premio, y muchos ya comentaban que sería difícil encontrar una masa crítica de arquitectos así de comprometidos con el debido equilibrio entre los aspectos estéticos y los políticos o procedimentales de la arquitectura, de manera de salir de la trampa de las bienales banales o revistas especializadas y recobrar relevancia e influencia en las decisiones clave para el desarrollo de la humanidad.
http://voces.latercera.com/2016/05/30/pablo-allard/reportando-desde-el-frente/