EN POCO más de un año, nuestro país ha vivido tres terremotos: marzo y abril del 2014 en Tarapacá y ahora un 8.4 Richter en Canela. Acompañados de destructivos tsunamis en Iquique el 2014 y Coquimbo la semana pasada. A estas calamidades debemos sumar sólo semanas atrás las más destructivas marejadas vistas en los últimos 50 años entre Valparaíso y Arica; las erupciones de los volcanes Villarrica y Calbuco; y los dos aluviones de marzo y agosto en Copiapó y Chañaral. Sin duda una temporada intensa, que pone a prueba la capacidad de respuesta de autoridades y agencias, y por sobre todo la resiliencia de las comunidades afectadas.
Hoy quedaron en evidencia las lecciones aprendidas luego de los errores del 2010. Esta vez, el SHOA alertó a tiempo el peligro de tsunami, la Onemi coordinó en forma efectiva la evacuación y atención de emergencia, el Ejecutivo dejó actuar a los organismos técnicos sin interferir en sus acciones y permitió el despliegue militar sin complejos en las zonas más afectadas. Por otro lado, el Sistema Interconectado Central se mantuvo operativo, sin sufrir “blackouts” como el 2010. En cuanto a las comunicaciones, a diferencia del 27F, hoy existen aplicaciones como WhatsApp, que permitieron complementar los mensajes de texto y suplir la saturación de las redes de telefonía móvil.
Tal vez lo más importante, pese a la magnitud del terremoto: las pérdidas humanas al cierre de esta columna se acercan a la quincena. Para dimensionar la importancia de esta cifra, basta recordar que este fin de semana se conmemoran los 30 años del terremoto de México, que con una magnitud inferior al de Canela, cobró cerca de 20 mil vidas en la capital azteca.
http://voces.latercera.com/2015/09/21/pablo-allard/inquebrantables/