SOMOS un país expuesto a riesgos naturales y catástrofes urbanas. Terremotos y maremotos como el 27/F, el incendio de Valparaíso y la reciente erupción del volcán Villarrica dan cuenta de la fragilidad de nuestras ciudades y su vulnerabilidad ante estas amenazas.
Chile cuenta con cerca de dos mil volcanes, de los cuales un cuarto son geológicamente activos y cuarenta de ellos abarcan centros poblados dentro de su área de influencia. Si bien pueden pasar décadas o siglos entre cada evento, los efectos de una erupción pueden ser desastrosos y no podemos seguir ignorando las amenazas o evitando tomar medidas para preparar a nuestras comunidades, mitigar el riesgo y hacerlas más resilientes.
Era cosa de tiempo para que uno de los volcanes más hermosos y telón de fondo del principal destino turístico del sur de Chile mostrara también su cara más temida. Según un estudio publicado el año pasado por el Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomín), el Villarrica encabeza la lista de los volcanes más activos de Chile, seguido de cerca por el Llaima, el Calbuco y el Chaitén.
Que paradojalmente el más activo de nuestros volcanes amenace una de las zonas de mayor valor turístico del país nos lleva a reflexionar respecto a lo que significa vivir en zonas de riesgo. Ya que a diferencia de los terremotos, las erupciones volcánicas se anuncian con tiempo para actuar, precedidas por aumentos graduales de la sismicidad y fumarolas.
http://voces.latercera.com/2015/03/09/pablo-allard/vivir-en-riesgo/